Pensemos en que lo realmente nuestro, lo que nos pertenece troncalmente a todos, es ‘una misma cultura’, aunque de matices variados, y en que lo único que puede vincularnos unos a otros en el porvenir para nobles y puras actividades no es sino ‘la cultura’ en su sentido más comprensivo y supremo, sin las colocaciones parciales de tal o cual política, religión, escuela o raza.