Bomba, a cada rato pernoctaba en un calabozo, se pasaba la vida pendiente de juicio y su legajo penal se confundía, por el volumen, con el prontuario telefónico de Nueva York. De la cárcel no lo salvaba más que su historia clínica de paciente psiquiátrico, a la cual se añadía aquel prodigioso testimonio del Dr. Hermenegildo Frumento en el sentido de que Moisés no era, en el fondo, mala persona.