Yo podría comparar ese proceso del planeta con el progreso de la humanidad, que es lo que le dio su condición de racional al hombre, y que consecuentemente nadie ni nada podría detener sin que perdiésemos esa condición y nos convirtiéramos en tristes irracionales. Pero así como hay hombres que consideran que tal progreso puede y debe detenerse de acuerdo con sus intereses y deseos, también los hay que se figuran capaces de oponerse al enfriamiento fatal de la Tierra; y, con ello, al surgimiento y acomodo de un volcán nuevo y rozagante, como ese nuestro Paricutín, en vez de hacerse a un lado con su existencia accidental y acomodarse a un nuevo régimen de vida.
Los hábitos civilizados que en el plantel escolar de Mezquitic aprendió habían mutilado la eficacia de sus recursos ingeniosos para arrebatarle el sustento al bosque, y necesitaba para adquirir su comida todas las monedas que llevaba. Ya no acertaba a ventear un enjambre para robarle le miel; amedrentábanle por espinosos los árboles cuya fruta se le ofrecía en tentación; y las iguanas, las guásimas y los ahuilotes no conmovían su apetito.
Yo nunca he sido un escritor de café o de gabinete. Mi obra está toda inspirada en mis continuos viajes.