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EAN : 9789701876404
101 pages
Cuarta Serie (01/01/2001)
4.25/5   2 notes
Résumé :
Jaguar y otros poemas dibuja en su geografía itinerante las huellas de algunos lugares y símbolos antiguos de México; pero más que recrear o describir sus atmósferas, esta poesía intenta dar voz a sus presencias vivas.
El jaguar que pasea silencioso entre estas páginas, como una cifra en las piedras o como un poder tutelar en medio de la selva, se revelará en cada lector bajo una forma única.
Elsq Cross (ciudad de México, 1946) reunió en Espir... >Voir plus
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Citations et extraits (3) Ajouter une citation
RÍO GRIJALVA

Plumas de garza extendidas
en el pecho del monte.

La sombra de las nubes
discurre por los muros del cañón.
El eco del precipicio me devuelve la voz.
Y si en el fondo,
a la orilla del río se murmura,
los secretos se deslizan como peces.

Brillan sobre la roca dedos de zinc.
La gota de agua
deja una estela vegetal
en el flanco desnudo,
la hiedra,
hermana amante
se abraza del arbusto.

Cuánto rumor,
cuánto amor a la sombra de un solo hilo de agua.
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TENAYUCA

Ha bajado a la tierra la muerte florida,
se acerca ya aquí,
en la región del color rojo la inventaron...
Axayácatl

Parca la noche
cerrará sus dedos
sobre el plúmbago borroso del crepúsculo.
Siluetas de serpientes
asoman cabezas desiguales desde la línea simple.
Así trajo el equinoccio
distinta fortuna a cada quien,
y fue para nosotros
la serpiente enroscada que se yergue
sin extender sombra alguna.
Equinoccio.
Su silencio como una hendidura hacia otra vida.

Ahora, mientras la tarde llena aún el horizonte,
mientras podemos ver cómo desciende
de cara a la pirámide
el sol enrojecido,
de sangre fecundo,
mientras andamos todavía bajo este muro
lleno de calaveras,
ahora, nos amamos.

Llegó frente a nosotros sin tocarnos
el Señor de la Muerte.
De sus espejos salían relámpagos,
bajo su paso la tierra trepidó.

Paso de danzante,
tropel de espectros.
Sus huellas dejaron hielo en las gargantas,
polvo sobre la sangre seca,
escombro sobre los cuerpos mudos.
Oímos chillar sus emisarios.
Su tráfago funesto hendía el aire,
y el sol brillaba en tanta destrucción.

Túmulos, hojas abriendo entre sus pliegues el otoño.
Al fondo la memoria que se agota.
Sabor del miedo que se va,
del miedo que nos deja
al mirarnos de frente
antes de que su grito quiebre nuestras voces,
antes de que su abrazo nos separe.

De tanta ruina
donde el pasmo los ojos agiganta
en la herida o la pérdida,
de tanta ruina nos alzamos.
Nos alzamos intactos para amarnos
mientras la muerte cantaba a nuestro lado.


Ciudad de México
22 de septiembre de 1985
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El cenote de Zac-Quí

Piel verde en el agua,
limo en la roca.
Abrazados a los muros del cenote
los árboles descuelgan sus raíces.
Resonancia del agua entre la piedra-
su frescura me envuelve.

Cientos de golondrinas danzan
en la bóveda abierta;
sus gritos llegan hasta el agua
rozando apenas - como sus alas-la superficie.

Rompo el manto de verdín
hacia la transparencia del cenote sin fondo,
voces que se oyen cada vez más adentro,
agua tan azul,
grito tan claro en su profundidad.

En agosto
el dios oyó plegarias de su pueblo asediado,
descubierto en su escondito.
Dios del agua y la tormenta,
su respuesta fue el rayo -
mujeres y niños se hundieron,
guerreros mayas y españoles
se hundieron
en el cenote.
El dios tomó en sus brazos por igual
a propios y ajenos.

Y vuelven cada agosto el espanto de peces,
las aguas rojas,
las lajas rotas,
la lluvia-
besa a su hermana de las profundidades:
agua cada vez más azul,
boca del dios-

Para ti cantan las voces de los niños ahogados.
Para ti gritan los guerreros,
por ti pierden
por ti vencen,
en tu garganta se clavan esas lanzas.
Por ti los sueños de las mujeres
se siguen deshilando en los telares
-malacates de hueso-
y el eco de sus voces
llega en oleadas.
El color de tus aguas cambia con sus murmullos.

Oh dios, nariz ganchuda,
más amigo bajo el agua,
Juegas con los niños que devoraste.
Sus voces giran como peces,
cantan,
suben hasta la superficie a suspirar.
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