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Citation de SophieChalandre


De modo que la dotación del Shirley, además del patrón del yate y su perra, se completaba con ese cubano de Siboney, que sabía todo lo imaginable en materia de pesca y filosofía, asuntos sobre los cuales se pronunciaba a la primera oportunidad. Pero las charlas de Bob con su tripulante no eran demasiado profusas. Su relación dependía de monosílabos y sobrentendidos. Cada uno andaba en lo suyo. Sólo de tarde en tarde confluían en alguna zona del barco. Ahora estaban sentados en popa, aparentemente dispuestos a sostener cierta clase de diálogo.

Era un domingo a la noche del Año de la Educación. Abril, para ser precisos. El mar seguía tranquilo. El cubano terminaba de arrojar la última colilla de ganga, la mejor marihuana del Caribe. Se llamaba Rider D. Bonavena, un hombre recién convertido a la religión rastafari. La marihuana, en lo que a él concernía, era puro sacramento, algo de origen sagrado que sólo podía venir de las Escrituras. Cruzó las manos detrás de la nuca y puso las piernas sobre la borda, mientras acechaba la bóveda negra y se perdía en divagaciones acerca del Universo, del infinito, de la velocidad de la luz y todo eso. Ahora se las veía frente a un nuevo misterio. Algo distinto flotaba en el cielo. Los rusos tenían un tipo allá arriba. Llevaba horas volando. Rider no salía de su asombro. Decidió hablarlo con Bob.
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