'Hilos de sangre' de GONZALO TORNÉ
Le dice Joan-Marc, uno de los personajes de esta novela, a una de sus narradoras, Clara, casi al principio de todo:
"Vas a tirarte tres años más de tu vida, en el supuesto de que encuentres la primera frase redonda de la que se desenreden las demás, para que te paguen mil euros y te lean setecientas personas" (p.38) Y yo creo que le faltó añadir a Joan-Marc: "Y para que luego venga Ricardo Senabre y te haga una crítica en El Cultural donde dedique la mitad del espacio a la literatura (excelente) y la otra mitad a la lengua (gorda, a veces) y su conclusión sea que Es como si en el texto hubiera dos autores de rango distinto. ¡Tócate los cojones, Clarita!"
No es como si. Es así, tal y como. Como en mucha de la gran literatura, donde el gran esfuerzo inicial por parte del autor es decidir por qué se escribe, por qué para que acabe sobre un papel y por qué una historia que tenga nombres inventados, tonos distintos, historias de ficción que sirvan para contar verdades, tralará. Sólo hay un escritor en el libro de Torné: se llama Álvaro y abre la novela, pero no es su autor. Si acaso, es su destinatario. Los autores del libro son otros, y su literatura deslumbrante no tiene que ver con la lengua, ni con el rango, ni con la corrección. Es más, en ocasiones del libro -la cuarta parte, 'Carne y pureza' (pp. 273-422)- pienso que incluso no hay nadie escribiendo, sólo un hilo de voz interior que sigue un juego de estrategia y conquista al que se entrega Joan-Marc de noche en su ordenador.
Más allá de las voces, de los rangos, del lugar desde el que llega la escritura, la historia, los gritos y los golpes, 'Hilos de sangre' es un novelón que comienza olisqueando "el miedo, el clima de amenaza" (p.30) para acabar metiéndonos la cabeza a manotazos en un barreño donde si no abrimos los ojos nos ahogamos. Y no hay sangre dentro: hay solo agua que refleja los frescos del techo que se nos cae encima mientras nos da la risa, la risa nerviosa: "(...) dentro de doscientos años habrá que buscar en las mejores novelas para encontrar indicios de la actual atmósfera nerviosa" (p.212). Y habrá que recurrir a enormes piezas de literatura como esta de Gonzalo Torné quien, además de los indicios, nos marca el reguero -ese sí; de sangre- que seguimos hasta llegar allí. Y allí es esto, hoy, aquí y ahora es.
-Las doce y doce de la mañana.
- Tardísimo.
- Ya ves...
Lector Ileso
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