Rosana se le prendió a la boca, oceánicamente, como una agua mala, desesperada de saliva, lágrimas y arena. Él le dijo: Si uno pudiera meterse en ti, como los machos de ciertas especies inferiores, que viven alojados en el útero, qué importaría que te fueras. Pero ya se veía avanzar hasta la playa la cabeza del cretino, como emisario de esa separación latente que les volvía a su condición de tenias