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Citation de SophieChalandre


En otro lugar de la costa, un miliciano de guardia tomó aquel zumbido marino por una orquesta en afinación. Dedujo que se trataba de una lejana still band. Eso le removió los recuerdos. Una vez, por Pinar del Río, donde vivía su madre, había pasado una de aquellas orquestas de acero que los negros de Trinidad, después de la Guerra del Mundo, fabricaban con tambores de gasolina dejados por los usnavis. Ahora estaba en la Ciénaga censando analfabetos, pero de momento se hallaba a cargo de una subametralladora para reportar cualquier amenaza marina. No pensó que una still representara peligro, así que sacó un cigarro y disfrutó de la soledad. Se le hizo que estaba en los bosques húmedos de Trinidad, de olor a cacao y rosas de porcelana, al son de la banda metálica en alguna mañana de carnaval.

Entonces surgió una cosa en el cielo. Algo así como un puñado de nuevas constelaciones. Al menos eso les pareció a los noctámbulos que paseaban por la playa. Pero sólo era la imagen del Cristo Crucificado, hecha de polvo de estrellas.

En cambio, para los hombres de un yate que ingresaba en la bahía, eso que tanto había ofuscado a los cocodrilos sonaba como un chillido de pájaros.

El barco se llamaba Shirley. A su patrón le decían Bob. Paseaba por el Caribe con un tripulante cubano. Durante los últimos días habían derivado hacia Cuba. El Shirley era uno de los tantos yates de lujo que andaban en busca de grandes peces. Por fuera lucía como el crucero de un millonario, especialmente dotado para la pesca en el Mar de las Antillas. Contaba con dos butacas en popa montadas en rulemanes. Eso era lo aconsejable, pues un ejemplar robusto podía librar batalla a lo largo de muchas horas. De los costados del barco pendían largas varas de bambú, finas como los bigotes de un langostino, para remolcar la carnada. El Shirley, a pesar de su tamaño, era capaz de ir en zigzag detrás de las aves que escoltaban a los cardúmenes, pues a la zaga de éstos siempre nadaba un gran pez.
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