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Citation de SophieChalandre


Regresé a Guayaquil. A los cinco años de su fundación éste era ya puerto clave del Pacífico, y su gobernador —Francisco de Orellana—, un hombre poderoso e importante a sus escasos treinta años de edad. Veterano de la guerra del Perú, ya héroe y ya tuerto, otro que no fuera él se hubiera conformado con disfrutar el fin de sus días de una bien ganada posición que le había costado tantos esfuerzos. Sin embargo, cuando supo que su antiguo compañero de armas Gonzalo Pizarro, hermano de su señor don Francisco Pizarro, virrey del Perú, preparaba en Quito una poderosa expedición que había de adentrarse en las desconocidas selvas de Oriente en busca del «País de la Canela», Orellana sintió de inmediato el llamado de la aventura.
Cinco años de tranquilidad eran muchos. Ya sentía que su sangre hormigueaba con la necesidad de entrar de nuevo en acción; de ceñir la espada e iniciar la larga caminata en pos de algo tan quimérico como ese «País de la Canela» del que nadie sabía, en aquel entonces, absolutamente nada; salvo que alguien, en alguna parte, había dicho que existía allí, muy lejos, selva adentro.
El trujillano experimentó la urgente necesidad de entrevistarse con el menor de los Pizarro, ofrecerle su espada, brindarle su compañía. No tuvo que pensarlo mucho para iniciar el camino hacia Quito, donde sabía que ya Gonzalo había comenzado a preparar su ejército.
En aquellos tiempos no debía resultar sencilla la ascensión desde Guayaquil, situada al nivel del mar, a los tres mil metros de altitud de Quito, atravesando regiones dominadas por indios aún hostiles a los españoles. De todos ellos hoy no queda más que esa tribu pintoresca y absurda: los Colorados, que escondidos en un valle de los Andes, cara al
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