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Citation de SophieChalandre


...Pichuca, la única hija del Ojo de Buey, no estaba dormida, sin embargo. El silencio que dulcemente la rodeó apenas los tres borrachos abandonaron el cuarto, terminó de despertarla. Como en los amaneceres, sentose en su colchoncito de hoja de maíz, que a cada uno de sus movimientos crujía como si bajo él gritasen un millón de grillos asustados. Se restregó los ojos una y otra vez. El silencio, como una araña invisible, empezó a tejer en torno suyo una tela de medrosa soledad. Soledad hecha de ruidos confusos y tenues: sordo correr de ratones, baratas que se perseguían en los viejos papeles despegados, dulce sollozo de una llave de agua a medio cerrar en el ancho patio del conventillo. El sobresalto trajo la claridad de la conciencia. Estaba sola. Creyéndola dormida, sus padres y su padrino salieron a divertirse. En su cabecita sobreexcitada, esta Nochebuena que alegraba a todos, y de la cual la eliminaban a ella, había prendido como un prodigio. La angustia apretó la garganta con sus anillos de serpiente. Fue un sollozo convulsivo, primero; llanto aliviador y luminoso, después. En su húmedo bienestar brilló, entonces, una resolución: conocer el secreto de la Nochebuena.
Púsose de pie y empezó a vestirse. No mucho que ponerse: una faldita sucia, un resto de rebozo. Los tiesos cabellos los amarró en un amanojo con una tira roja que guardaba cuidadosamente, único gesto de coquetería de Pichuca. Vistiose con toda clase de precauciones. Creía que mil ojos invisibles y burlones la vigilaban e iban a impedirle su salida a la calle. Tropezó con la banqueta de trabajo de su padre. No se movió, envuelta en un precipitado torbellino de latidos que duraron tanto como los argentinos temblores de la lámpara en su viejo soporte de metal. Al borde de la banqueta estuvo largo rato, en espera de algo impreciso que estaba próximo y lejos al mismo tiempo, dentro y fuera de su cabecita en llamas.
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