Yo, de cuantas el mar, -
pies de jazmín y rosa, -
en sus riberas besa
con fugitivas olas,
sola de amar esenta,
como en ventura sola,
tirana me reservo
de sus prisiones locas,
aquí donde el sol pisa
soñolientas las ondas,
alegrando zafiros
las que espantaba sombras.
Por la menuda arena,-
unas veces aljofar
y atomos otras veces
del sol que asi le adora, -
oyendo de las aves
las quejas amorosas,
y los combates dulces
del agua entre las rocas ;
ya con la sutil caña
que al débil peso dobla
del necio pececillo
que el mar salado azota ;
o ya con la ataraya
(que en sus moradas hondas
prenden cuantos habitan
aposentos de conchas),
segura me entretengo ;
que en libertad se goza
el alma que amor áspid
no le ofende ponzoña.
El pequeñuelo esquife
y en compañía de otras
tal vez al mar le peino
la cabeza espumosa ;
y cuando mas perdidas
querellas de amor forman,
como de todos río,
envidia soy de todas.