Y termina patéticamente el manifiesto fechado el 15 de diciembre de 1812 con las siguientes palabras: "El honor de la Nueva Granada exige imperiosamente escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndolos hasta los últimos atrincheramiento, como su gloria depende de tomar a su cargo la empresa de machar a Venezuela y libertar la cuna de la independencia colombiana, sus mártires y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores sólo se dirigen a sus amados compatriotas, los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia como sus redentores. Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros. No burléis su confianza. No seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos, id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos".
La vida económica fácil y el deseo de emprender vastas operaciones comerciales. La exportación de quina. La compra de libros franceses. La tertulia literaria, el encuentro con el libro fatal. Allí se lee: los hombres nacen y permanecen libres e iguales. El principio de la soberanía reside en la nación.
No se puede disociar en la historia de un grande hombre el pensamiento, la obra y la vida. La obra y el pensamiento le dan luminosidad a la vida. La vida y la obra están guiadas por el pensamiento. Esta conjunción se ve muy clara en la vida de Simón Bolívar. Tiene ella valor y significación en razón de su obra. Y ésta adquiere significación porque se vierte en ella su pensamiento.