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3.6/5 (sur 10 notes)

Nationalité : Mexique
Né(e) à : Mexico , 1946
Biographie :

Elsa Cross, née à Mexico en 1946 est un auteure mexicaine de nombreux recueils de poèmes. Universitaire, philosophe des religions, elle enseigne à l’Université Autonome de Mexico.

Après des études en philosophie orientale, elle a été traductrice d'Yves Bonnefoy et de Saint-John Perse. Elle est auteur de recueils poétiques, dont selon Octavio Paz, elle est « l'une des voix les plus personnelles » de la poésie latino-américaine associant dans ses écrits la civilisation préhispanique, la civilisation grecque et le mystique oriental. Influencée à ses débuts par Rainer Maria Rilke, Friedrich Hölderlin et Ezra Pound, Elsa Cross conçoit la poésie comme un lien entre le monde intérieur et extérieur, entre l’individu et l’humanité dans le métissage des cultures.

En français est parue une anthologie Miroir au soleil traduction de Fernand Verhesen avec une introduction d’Octavio Paz (Le Cornier – Bruxelles).
Jaguar nous fait entrer dans la mythologie et les symboles de l’ancien Mexique. C’est un voyage dans le temps, l’espace et l’esprit des hommes.

Son œuvre a été couronné de nombreux prix, dont le Prix de poésie Gatien-Lapointe - Jaime-Sabines et le Grand Prix Xavier Villaurrrutia en 2007, et le prix Roger-Caillois en 2010.
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Source : https://www.editions-caracteres.fr/10152-2/
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Citations et extraits (18) Voir plus Ajouter une citation
Monzón

Trajeron las lluvias otra vida.
Abría el verano el cielo
y de su gracia abundante
perecíamos.
El trueno;
gran proclamación
desde Mandagni a la pequeña cordillera,
de la orilla del río
al templo en lo alto,
oh Vajréshwari,
oh Señora del Rayo.
Y la Mandagni allá,
montaña silenciosa,
sus caminos ocultos presidiéndonos.

En torno la tierra cambia.
A su piel oscura
trae la lluvia sus dones:
mantos de musgo como terciopelo,
trébol muy fresco,
aromas.
Y el patio de los establos
a un pequeño descuido
deja brotar vegetaciones
en las grietas del suelo,
en los resquicios húmedos del muro.
Hierbas diminutas asoman
sobre el tronco del baniano,
en la escalera de piedra hacia Tapovan,
entre las voces que se vuelven suaves
como los ojos de las vacas
viendo llover

La tierra toda,
desnuda,
oscura como tu piel
se viste
de un manto verde.
En los campos de arroz
tras el arado
los muchachos se resguardan de la lluvia
bajo costales amarillos.

Al paso de los días el valle se pierde:
el agua
cubre los mantos verdes.
Desde el templo en lo alto
un campo de espejos.
La lluvia nos inunda.
Así captura el cielo en su reflejo.
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De lejos viene

Cuando lo sepas quisiera ver tu cara.
Por que vas a saberlo
aunque no te lo diga
ni leas estos poemas.
¿Cambiará algo entonces?
Es imposible
que no adviertas aún mi turbación:
tanto desorden de miradas,
tanta avidez
registrando el más breve de tus gestos.
¿Y nada modifica tu indolencia?
Ah, íntegro varón, que Dios te guarde.
Pero voy a aclararte
en nombre de esta cólera
y a manera de agravio,
que si te amo
es seguramente por error.
has de saber
que nunca me gustaron ojos desteñidos
ni maneras solemnes,
menos aún cabello lacio y bien peinado
(y de la solemnidad líbrame Dios, libérame).
También has de saber que eres
demasiado sencillo para mi soledad,
demasiado humano para mi deseo,
demasiado lineal
para la arquitectura de este laberinto.
Pero ya basta: pido una disculpa.
Ocurre tal vez
que sólo seas un poco distraído.
Vendrá entonces de ti
el reconocimiento
o una sincera frase paternal.
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SRI NITYANANDA MANDIR
(El templo de Sri Nityananda)

Sonríe desde su estatua.
En su pecho se reflejan
las llamas de las lámparas
ondeando en círculos.

Inciensos,
alcanfor.
Y trae la lluvia un olor de jazmín
a la ventana
custodiada por una cobra de barro.

(Más fragancia en sus manos)

Los cantos empiezan.
Gorriones dentro del templo,
salamandras que se deslizan por la pared—
y los gorriones quietos
como escuchando

Vande jagat káranam

Causa del mundo
dueño del mundo
forma del mundo
destructor

Sonríe desde su estatua
y en la ablución nocturna
su cabeza recibe
agua de rosas,
perfumes,
ríos de leche y miel.

La curva de sus hombros se estremece,
sus ojos miran
y es tibia su piel oscura.
Su cercanía,
embriaguez.
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Hiedra

La tarde se absorbe en tu silencio.

Bandadas de mariposas,
olas que se atropellan:
¿a qué puedo comparar
esto que aflora al corazón?

El verano lo sepulta todo bajo su aura verde.
Y en la frescura de esta hiedra,
en la pureza de ese olor del agua
sobre la tierra,
allí te encuentro.
Mis manos no te tocan,
pero te veo en mi pecho.
Como lumbre resplandeces.
Como hiedra te extiendes,
te enredas
en cepas invisibles,
te alzas como un zarcillo por los aires.
Tu savia asciende,
lo cubre todo,
circula por mis venas,
va por vasos pequeñísimos
de raíces a tallos,
de hojas que se desdoblan
a corolas
resplandecientes.

Jardines,
humedad,
familias de caracoles discurren por el cristal
cuando todo se llena
de hiedra verde.
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RÍO GRIJALVA

Plumas de garza extendidas
en el pecho del monte.

La sombra de las nubes
discurre por los muros del cañón.
El eco del precipicio me devuelve la voz.
Y si en el fondo,
a la orilla del río se murmura,
los secretos se deslizan como peces.

Brillan sobre la roca dedos de zinc.
La gota de agua
deja una estela vegetal
en el flanco desnudo,
la hiedra,
hermana amante
se abraza del arbusto.

Cuánto rumor,
cuánto amor a la sombra de un solo hilo de agua.
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Amor el más oscuro III

A la desventura voy.
Algo en mí cada día te reconstruye
y me devuelve tu imagen.
Algo me lleva al lugar prohibido
en que te encuentras,
sitio que jamás debió tocar mi pensamiento.
Qué maleficio me extravía
y me oscurece todos los caminos.
A la desventura voy
y no quiero virtud que me confunda,
no quiero fortaleza ni mesura
que me aparten de ti.
Sean desoídas mis palabras
y viéndote
me sea dada tu menor ausencia.
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Tu cara raspaba.
Bajo los toldos del mercado
un brillo verde sobre tu frente.
Tus ojos, salidos de qué lumbre,
de qué parajes hoscos,
veían sin ver los platos de comida.
Un brillo verde,
como ya reflejando los árboles,
ya viendo el campo afuera
donde esperabas hallarte cierta planta.
Buscamos entre piedra volcánica
para encontrar flores moradas creciendo de la roca,
cactos de formas finas.
Todo el campo de tezontle.
Mal caminábamos
y la tarde también se ennegrecía.
Pasamos la noche debajo de un manzano.
Buscamos en el monte, sin brechas.
Volvíamos rasguñados.
Buscamos sin hallar,
en ruinas de pirámides donde caías dormido,
devorador de hongos,
devorador de iguanas.
Me enredaban en tu sueño,
me hacías reptar.
Mi lengua se alargaba puntiaguda
a devorar hormigas que te andaban por el cuello.
Y tu sudor olía a aguamiel.
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Tus formas se graban en el monte,
en los bordes húmedos de la piedra
--cavidades como axilas.
Tus formas se pegan a mis huesos.
Dejo de existir,
sólo tú quedas
como jade en estas faldas.

Cuánto de ti estalla en cada hoja,
reverbera en la distancia
donde tu luz devora todo brillo...
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En la fuente nos hemos sumergido.
A su corriente dejamos nuestros cuerpos
como bancos errantes,
tierra que se desprende
llevándose la orilla de espadañas.
Fluimos por sus transparencias
y en el fondo de ese lecho
nuestras piernas rozaban un musgo suave.
Plantas se enredaban a los pies.
Sentíamos el paso de esos peces
que a un descuido, decían,
se pegaban entre los muslos de las mujeres.
Y todo el tiempo una frase en los oídos
pulsando al límite sus cadencias más altas.
Río abajo veíamos las ramas contra el cielo.
El sol dibujaba en nuestros cuerpos
la sombra de las hojas.
La brisa traía tu olor.
Pasamos bajo un sauce
y sus ramas detenían de los cabellos
todo ese impulso río abajo.
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Darshan

Cómo te prodigabas
bajo ese azul ardiente,
bajo ese viento azotando el follaje.
Oro llovía,
diminutas campanas amarillas
se desprendían en racimos de ese árbol
a cuyo pie una efigie blanca se erigía.

El viento hacía volar tus vestiduras
y descubría tus hombros,
tu pecho como bronce,
marcaba en tu vientre el universo entero.
Donde estuvieras, allí, cómo brillaba todo.

Bajo tu pórtico
en las tardes sin tiempo
fluían de tu silencio
palabras que sólo al pecho hablaban.
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