Como un centinela helado pregunto: ¿quién se esconde
en el tiempo y me mira?
Algo pasa temblando, algo estremece el follaje de la noche,
el sueño errante afina mis sentidos, el oído moral escucha
el quejido del perro de los campos.
Mirad al que empuja el árbol sahumado y se fatiga y derrama
blancos cabellos, parece un vivo.
En tus manos los vasos sagrados,
en tus senos, las mansiones,
en tu frente, la pluma blanca del templo.
Tan pura, tan temporal. ¡Oh voz celeste,
vena clara, busto como un haz de flechas y llevado
como un abrazo!
Y las nociones que me diste fueron claves,
los pasos que me enseñaste fueron señas,
los ojos que me abriste, torrecillas.
¿Dónde está mi fe ahora? ¿dónde la vida
más profunda que el sueño? ¿la verdad presumida?
¿el entendimiento alzado del suelo?