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3.13/5 (sur 4 notes)

Nationalité : Venezuela
Né(e) à : Barquisimeto , le 8/04/1930
Biographie :

Né en 1930, Rafael Cadenas vit à Caracas. Figure majeure des lettres vénézuéliennes, son œuvre poétique et ses essais lui ont valu de nombreuses distinctions en Amérique latine dont le Prix National de Littérature 1985 et le Prix International de Poésie J.A. Pérez Bonalde en 1992. Traduits en plusieurs langues, ses poèmes ont été publiés dans plusieurs revues littéraires françaises : Nouvelle revue française, Obsidiane, Poésie... Deux anthologies de ses poèmes sont disponibles en édition bilingue : Fausses manœuvres (Fata Morgana, 2003) et Poèmes choisis(Écrits des forges, 2004).

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Citations et extraits (2) Ajouter une citation
El monstruo

El hombre sin piel se levanta, evita los comunes tropiezos, rehúye toda relación.
Cualquier rozamiento, que en nosotros no pasa de producir cierta sensación de pérdida, a él se le puede transformar en un desarreglo prolongado. No es un hombre de una pieza sino una máquina al desnudo con todos sus engranajes, mecanismos, truncos descubiertos.
Como las sensaciones no llegan atemperadas sino de lleno se puede decir concisamente que vive a boca de jarro.
Sin métodos, sin rodeos, sin etapas, tal como vienen las recibe.
Lo que él entretenga también se produce así, sin más intermediario que el aire.
Ni siquiera el lenguaje mitigador, que desarma, que embota, que oculta, quitando poder a las cosas, le sirve para nada porque vive en significados.
No usa amortiguadores: habita en ondas drásticas que a nosotros nos parecerían devastadoras.
Sin embargo, este hombre incompleto puede servir y ha servido de medida probable para calibrar cualquier normalidad, someterla a juicio y decidir si es suficientemente cruel, como para admitirla, aunque los fallos pecan de exigentes.

Sin él darse cuenta suele enredarse, sufre malentendidos hasta jocosos, es víctima de equívocos en situaciones corrientes.
Este hombre complica, complica
Si se le entrega un pequeño laberinto, un laberinto de juguete con pocas vueltas, con un número razonable de trampas, con sorpresas a las que sea fácil adentrase, en pocos días lo convertirá en un enrevesado órgano de tortura.
Nadie se explica cómo pudo vivir, crecer y desarrollarse, pero que existe es un hecho cumplido.
¡Si hasta crea problemas!
(Uno de ellos es el de revelar los horrores del sitio donde vive, mostrando las marcas que deja.)
En suma, se mantiene, hace lo que todo el mundo aunque parezca un milagro y hasta hay ocasiones en que luce más resistente, menos ambiguo, más recto que nosotros los hombres rematados.
Acostumbra lamentarse, pero se ignora el momento en que le da por ahí. Así como tampoco se conoce el día en que siente más el tormento.
Él sabe que ese hábito maligno vuelve más penosa su deficiencia.
Los hombres completos no advierten a la primera mirada su déficit. Muchas veces les lleva días descubrirlo, pero una especie de irresolución del desollado los pone en la pista. De pronto notan que es desusadamente sensible. Comienzan a llamarlo poeta, aunque está lejos de eso, pues es sólo un hombre desabrigado. La confusión podría continuar, pero como él no hace ninguna demostración, gritan: “Fraude, Ni siquiera habla.” Un día se le pesca, es descubierto, queda desenmascarado, “No es tal artista”, anuncian, “simplemente le falta algo. Tomamos por arte una simple falla biológica. Es un impostor; se impone un desagravio a los verdaderos creadores” Entonces lo arrojan a un pozo, al pozo en el que siempre ha estado, donde es de esperar que pueda, ya que no criar piel, educar una costra que haga sus veces.

Se puede decir que así como carece de piel tampoco tiene moral, o que ésta es sumamente laxa, sustituible, vacante. La reemplaza con una especie de vaguedad que le sirve malamente de soporte.
Es que no puede permitirse, no puede darse el lujo de tener moral. Si su filosofía es frágil, su memoria es fuerte. En sus pliegues complicados los hechos se estancan. A este hombre no le está permitido olvidar.
Periodos hay en que toma su falla por signo de distinción. Cuando alguien no se la advierte, él se apresura a señalarla con alguna frase primitiva.
No deja pasar mucho tiempo sin aludir a esta marca de nacimiento.

Si se le reprocha su falta de agresividad, el casi hombre no encuentra una explicación satisfactoria. La ira, la ira compacta es en él fatalmente un asunto interno.

Sin embargo tiene compensaciones. El malestar de la infranqueable separación, la molestia de mantenerse “en forma”, los inconvenientes que proceden de tener un nombre, las ambiciones jerárquicas, la defensa del orden, son problemas que le tienen sin cuidado.

Por exceso de cautela, de perplejidad, sin saberlo o adrede, es un ser desalmado que oscila entre cálculos falaces e imprevisiones esmeradas. Su falta de veracidad es un escollo que no puede vencer.
Vivir textualmente, conforme con el curso de las cosas, está fuera de su alcance.

Le gusta hacerse el duro. Como en su caso el sufrimiento no es una mala costumbre sino una rutina, ya no le llama mucho la atención, y es poco dado a hablar de eso.

Este hombre inconcluso se desenvuelve con cierta soltura. Resulta difícil conocerlo a simple vista.
Es conmovedoramente común.

Le falta la piel adiestrada, la piel enseñada en los duros textos, lo que le da una cualidad ilímite, pero lo hace fácilmente expugnable.
Aunque tiene acceso a lugares donde sólo se llega desguarnecido, es fácil presa de todas las invasiones, está hecho para recibir de frente la inseguridad, y tiende a lacerarse más de lo que acepta la poesía.
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Ars poética

Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir
brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis
palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame
la impostura, restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
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