Lluvia de sol
La muchacha desnuda toma el sol
apenas cubierta
por la presencia de las frondas.
Abre su cuerpo al sol
que en lluvia de fuego
la llena de luz.
Entre sus ojos cerrados
la eternidad se vuelve instante de oro.
La luz nació para que el resplandor de este cuerpo
le diera vida.
Un día más
sobrevive la tierra gracias a ella
El lugar de la duda
Dice sin duda: «No hay lugar a duda».
Lo afirma, lo sostiene contundente
Desde el centro del Bien y la Verdad incontestables.
Ante su hosca certeza me pregunto cuál es
El lugar de la duda.
Y encuentro allí lo contrario
De lo que ve quien no duda.
No vivimos en calma, nunca hay paz,
La vida toda es un combate incesante.
Por eso nos convienen el tal vez, el acaso,
el quizá, el sin embargo y el no obstante.
El lugar de la duda sería entonces
El territorio de la reflexión.
La conciencia de ser también el otro
Para quien vemos siempre como el otro,
El campo de la crítica y la puerta
Que cierra el paso al dogma y a sus crímenes.