No sé estar sin Bárbara, porque jamás he estado con ninguna otra mujer cueno fuera ella, pero en el fondo de mi corizon soy consciente de que tampoco se cstar con ella porque ya no sé quererla, se me olvidó en algún momento del camino y duele, duele saber que en realidad no la quiero, no estoy enamorado de ella, que solo me dolió que me dejara porque me quitó algo mio, algo que tenía, esa comodidad de seguir haciendo lo que me salía de los huevos, egoistamente, sin consecuencias. Mira que tragó mierda la pobre. Entonces pienso en Valentina.
decir «no» no es malo. Decir «no» es quererte, es respetarte a ti misma. Decir «no» puede evitar problemas mayores, decepciones y malentendidos. Decir «no» nos permite tomar nuestras propias decisiones y por tanto dirigir nuestra vida hacia el camino que anhelamos. Decir «no» nos elude de implicarnos en situaciones de las que luego podamos arrepentirnos. En resumen, decir «no» es sano.
Me bajaste los pies a la tierra de golpe. El mundo no giraba alrededor de Alessander Boneta, estaba todo a punto de irse a la mierda y te necesitaba, me aferré a ti por temor a perderlo todo. »Lista, aplicada, organizada, te pusiste manos a la obra. —Sonríe amargamente—. Y soy tan gilipollas que lo que temí no fue que la editorial me descubriera y eso pudiera suponer un problema con mi contrato o mi carrera, no, lo que temí fue que se armara un escándalo, que fueras en algún momento a la prensa rosa y los periodistas se apostaran noche y día en la puerta de mi piso, sin más consecuencias que discutir en unos cuántos platós para desmentirlo, para salvar mi reputación… Por eso te hice firmar ese contrato de confidencialidad.
Es duro reconocerlo y me ha costado mucho tiempo interiorizarlo: la familia no la hace la sangre, la familia está formada por las personas que te quieren, que te apoyan, que te protegen, que están a tu lado, que te aportan…, y esa señora nunca ha hecho nada de eso.
Sus ojos brillan y no sé el motivo por el cual eso me llena el pecho de orgullo, como si fuera gracias a mí, cuando la realidad es que ha sido ella solita quien ha derribado sus barreras, una a una, para asumir nuevos retos, para levantarse, sacudirse las heridas y seguir adelante. Aún le queda mucho trabajo por hacer y sí, Valentina ha venido a mi vida para salvarme el culo en treinta días, pero yo siento la necesidad de ayudarla a que no caiga, para que florezca como se merece, como nunca ha hecho, para que empiece a pensar en ella porque ya es hora.
Abro la tapa y leo: Para Santa Valentina.
Valentina Álvarez, salvadora de culos
(espero que solo del mío),
¿quieres casarte conmigo?
Abro la primera página y leo la dedicatoria: A Valentina, que me enseñó a mantener los pies en la tierra mientras ella aprendía a volar. Sonrío.
Entre la niebla siempre se encuentra un rayo de sol.
Entre la tristeza, siempre una sonrisa.
Entre el drama, un motivo para reír