Estos ruidos de fondo que aparecen en el libro son como la banda sonora, son como esos pequeños susurros que van armando la escenografía del texto: un jadeo suave, el pulmón de raicillas, el ladrido, un autobús que tintinea en los vidrios, es el campanillazo o el temblor de un motor, puede ser una banda de pitidos o un zumbido de vibración perpetua, puede ser un insecto decisorio que vibra, el zureo de un pájaro, pueden ser pájaros que cantan después de la lluvia, o alfileres que caen, o el batir de alas de murciélago, o un perro que gruñe y después ladra; pero también son los gemidos, el bramido, el escozor de la garganta, son las conchas rotas, o es cuando se incorpora el ruido del agua, la presencia del oleaje, la desviación melódica. Porque de alguna manera en esta poética están presentes desde la metáfora, la delicadeza de un lenguaje que se encorva, se retrae, se extiende, se abusa, se vuelve poética la zona del cariño, los pliegues del deseo, las bocas salivosas, y la lengua, de nuevo la lengua que abusa cuando se trata de seguir la lectura, cuando se trata de pronunciar el juego olímpico de instalar estos cuerpos masculinos, estos chicos púberes apenas goteando pedacitos de mar en sus cuerpos plateados. Pero todo pareciera estar ficcionado desde la pantalla de un computador, o ficcionado entre la vigilia y el sueño, porque es en este estado, entre lo que se dice y lo que no, entre lo que se vive y lo que se cree que se vive. En este libro, aparecen espacios vacíos, la soledad personal en contraposición con lo salvaje y neobarroco del lenguaje. Como una pintura llena de exceso y exotismo, que van armando la homoerótica de cuerpos que respiran afiebrados, cuerpos humedecidos por las horas, como el ramaje verde, como el tronco duro, o el caracol dejando la baba semental en su camino; porque son como campanitas de cuerpo; o es ese “no escucho nada en el principio de todo”. O es el sonido de triturar cáscaras, como ese fondo siempre vibratorio, que vibra en cada página, que va latiendo como aproximación a la ventosa carnal y salival del afecto. - Diego Ramírez Gajardo
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