LA SEÑALADA
Comenzarán a señalarme
en mi folio del siglo XX
por vivir en torre soñada.
Me acusarán en el XIV,
en cualquier lugar de la tierra
donde la culpa sea un peso
adjudicado desde afuera.
Tendré otras facciones, de miedo
intrépido, y otra madre,
de alta y pulida piedra rosa,
que me dará su negación
por gran piedad por ella misma.
Para el juicio me vestirán
con el pelo de la locura.
Las caperuzas, no sus hombres,
antes de oírme una canción
ya me habrán condenado a humo,
por haberme encendido tanto
mirando escuchando subiendo.
En la plaza me apagarán
con sordos con ciegos con llamas.
Por haber espiado a Dios.
Antes de amar tenía
ojos de tierra seca.
Miraba inútilmente, como un ciego.
Una mañana pura,
mis ojos, como flores,
brotaron al brotar mi sentimiento.
Mientras amé en el gozo,
mis ojos, deslumbrados,
confundían la sangre con el sueño.
Mi amor llegó a la pena,
llegó con ojos rotos.
Mirar tan sólo fue un desangramiento.
CALLE
Señor del fiat
sálveme
soy culpable pero inocente.
Me pesiguen fusiles
porque amé demasiado por un lado
y nada por el otro.
Lléveme a una embajada
por el mayor favor.
¿De qué color?
Una embajada blanca.
¿No le gusta una negra?
Persiguiéndome por los ríos
espero alcanzarme en el mar
y encontrar en mi infancia
un dios irresistible
un sonido que abra y cierre los otros
como un nocturno barco surcando un arpa.