Abelardo Castillo descreía de los talleres literarios, al tiempo que dictaba el mejor taller de Buenos Aires. “¿Qué pensás que te puedo enseñar?”, me preguntó en la entrevista de admisión, después de que hubiéramos conversado durante dos horas sobre libros. Le dije que me bastaba con estar cerca, como si él fuera un árbol: algún fruto iba a caer donde yo lo pudiera tomar.
Este libro es como si alguien hubiera recolectado aquellos frutos y los hubiera colocado... >Voir plus