Cuando ejercemos cargos concejiles, pagamos contribuciones o salimos a morir en el campo de batalla, nadie averigua nuestra manera de pensar; pero el día que emitimos francamente nuestras ideas, caemos bajo la férula de ministros, fiscales, alcaldes, prefectos, subprefectos, gobernadores, comisarios, alguaciles, monaguillos, curas, canónigos, obispos i arzobispos.
En el teatro nos vemos ante la Comisión de Espectáculos, especie de Inquisición formada por hombres ignorantes que se arrogan la facultad de poner límites a la inspiración del dramaturgo y practicar con hacha de leñatero amputaciones que necesitan bisturí de cirujano.
En el periódico no tenemos la censura previa, sino la licencia difícil i morosa, la fianza personal, la caución pecuniaria, el hisopazo del obispo, la denuncia del fiscal, el sablazo del prefecto, la mordaza del intendente i la emboscada del esbirro.