Aquí, en "
El amigo de las mujeres", un personaje en la sombra, mirón con tendencia a las ensoñaciones, contemplativo que rescata la maravilla de la vida en las escenas que contempla, apura sus visiones en el recipiente de Eros como el místico las apura en el cáliz de lo divino. Sus ojos ven más que los nuestros y son más sabios. Ven, por ejemplo, todos los sucesos extraños de que está llena la vida corriente, sucesos que sólo esperan a que alguien venza la fuerza que tira de ellos hacia el olvido y los cuente para satisfacción nuestra. Cuando a partir de la tercera parte del libro, las historias del "amigo de las mujeres" cobran vuelo de fábula, el estilo del autor se vuelve tan audaz como el de aquellos a los que se les suelta la lengua en una barbería. Su nervio y su lirismo corren juntos con la perfección que alcanza sólo al poema redondo. Como el amor es "el reino de la infinita posibilidad", también son infinitas las actitudes del contemplador que, como buen amante, se sabe contener y hasta se impide el abrazo amoroso. Su pudor le arroja fuera del lugar de la visión, pero deja allí a un criado de sus deseos: a un bufón lleno de poesía que se agazapa para ver mejor la escena cuyo centro es siempre una mujer. Los dos son uno: la fantasía y la razón. Allí está quien lo ve, y aquí quien lo cuenta. También una virtualidad sin fin es la marca de lo femenino, su carácter impredecible y secreto. Por eso la misteriosa Virgen aparece como un modelo.
Carlos Ortega en "Diario 16". 1 de mayo de 1993.
(http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/garzo/book_amigo.htm)